Cortes grasos a la parrilla: como bife de chorizo, ojo de bife o costillas de res. La grasa de la carne suaviza los taninos del vino, creando un equilibrio perfecto.

Cordero asado: especialmente si está condimentado con hierbas como romero o tomillo.

Guisos y estofados: como ragú de cordero o estofado de carne de res. Los sabores intensos y la textura de estos platos complementan la estructura del Cabernet Sauvignon.

Carnes de caza: como venado o jabalí, que tienen sabores robustos que armonizan con la intensidad del vino.

Quesos duros: como Parmesano, Manchego o Gouda añejo. La salinidad y la textura de estos quesos equilibran los taninos del vino.

Quesos azules: como Roquefort o Gorgonzola. Aunque más intensos, pueden crear un contraste interesante con el vino.

Chocolate negro: con alto contenido de cacao (70% o más). La amargura del chocolate complementa las notas de frutas negras y especias del vino.

Frutos secos: como nueces, almendras o avellanas tostadas. Su textura y sabor realzan las características del Cabernet Sauvignon.

Berenjenas, pimientos y champiñones: asados o a la parrilla. Estos vegetales adquieren sabores ahumados que armonizan con el vino.

Platos con legumbres: como lentejas estofadas con especias, que ofrecen una textura y sabor que complementan el cuerpo del vino.

Salsas a base de tomate y carne: como la boloñesa. La acidez del tomate y la riqueza de la carne se equilibran con los taninos del vino.

Salsas con setas o trufas: que aportan umami y profundidad, realzando las notas terrosas del Cabernet Sauvignon.

Platos muy salados o picantes: ya que pueden intensificar la percepción de los taninos y el alcohol del vino, creando un desequilibrio en el paladar.

Pescados y mariscos delicados: cuyos sabores pueden ser opacados por la intensidad del Cabernet Sauvignon.